“No es 100 años vieja, sino 100 años joven y 100 años nueva”. Con esas erráticas palabras la transnacional estadounidense Coca Cola, festeja el centenario de su icónica botella de vidrio Contour, que desde el año 1.915 viene lavándole el cerebro a toda la Humanidad, destruyendo la salud de sus inocentes víctimas, contaminando los recursos naturales del Medio Ambiente, y adorando ciegamente a la chispa del dios dinero, que le paga con religiosidad las infernales estrategias de marketing.
Aunque comenzó siendo vendida en las farmacias de Estados Unidos, el tónico cerebral Coca Cola generaba una gran adicción al juntarse con la saliva, con la lengua y con la garganta de sus hipnotizados pacientes, por lo que el espíritu capitalista del farmacéutico Pemberton, convertiría el codiciado jarabe para la tos en el famoso refresco americano, que representa la máxima expresión cultural del gran pueblo estadounidense.
Aunque comenzó siendo vendida en las farmacias de Estados Unidos, el tónico cerebral Coca Cola generaba una gran adicción al juntarse con la saliva, con la lengua y con la garganta de sus hipnotizados pacientes, por lo que el espíritu capitalista del farmacéutico Pemberton, convertiría el codiciado jarabe para la tos en el famoso refresco americano, que representa la máxima expresión cultural del gran pueblo estadounidense.
¿Por qué es tan oscuro el líquido de la Coca Cola? Si bien Samuelson intentó disimularlo con la elegancia de una silueta curva en relieve, no pudo limpiar la sucia imagen de la botella americana, que sigue siendo imposible de mirarla fijamente a los ojos, porque desconocemos el grosor de las cicatrices que burbujean en su turbio corazón. Yo me quedo admirando la forma y el fondo de la Coca Cola, solo para preguntarme ¿Cómo es posible que la gente ingiera litros y más litros de la atrofiada pócima mágica? Seguro que Dalí, Warhol, Baker y Rockwell se arrepienten de haber manchado el óleo y la tinta de sus obras de arte, con el simplismo taciturno de la estampida del buey.
Si no entiendes el significado de mis laicas palabras, es porque te encanta beber y eructar con una refrescante Coca Cola en la palma de tu mano, mientras te rascas el trasero lleno de flatulencias y hemorroides con el imperdible control remoto, esperando disfrutar la televisión basura que entretiene desde el cómodo sofá de tu hogar.
Dicen que el Universo es tan infinito como la ilimitada estupidez humana. Agua para que florezcan las plantas del soleado jardín, y Coca Cola para enfermar nuestros envejecidos cuerpos. La gente ya no distingue el bien del mal, el amor del odio y la verdad de la mentira. ¡Qué fácil es lavarle el cerebro a la Sociedad Moderna! Basta con un constante bombardeo publicitario en las calles, con hiperactivos spots en la TV, con pegajosos jingles en la radio y con coloridos banners en la Internet, para que el Tío Sam y su legendario adoctrinamiento de masas Made in USA, logre conseguir todas las metas que se proponga en la vida.
No es casualidad que uno de los slogans de la Coca Cola, para celebrar los 100 años de la botella Contour sea "Contiene recuerdos y otros ingredientes secretos". Precisamente, en sus ingredientes secretos radica el mayor éxito de la Coca Cola, pues transmite oralmente enfermedades degenerativas a todos sus consumidores, gracias a la prematura llegada de la diabetes que te vuelve adicto a la inyección de una trágica insulina, por toda la glucosa que se acumula en la sangre producto de la obesidad de los enfermos, quienes tarde o temprano acabarán postrados en una cama, preguntándose ¿Qué hice yo para merecerme esto?
Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS), que cada año recibe el jugoso financiamiento económico de la empresa Coca Cola, tuvo que reconocer públicamente que la venta indiscriminada de refrescos alrededor del planeta Tierra, es uno de los factores principales que acelera la aparición de la hiperglucemia, de la osteoporosis, de la hipertensión, de la gastritis aguda, de los cálculos renales, de la taquicardia y del deterioro del esmalte dental por la presencia de caries.
Recientemente leía comentarios escritos en las redes sociales por unos fanáticos de la Coca Cola, quienes no reconocían los daños a la salud causados por su ingesta. Ellos criticaban al resto de los foristas, y argumentaban sus opiniones a favor del refresco diciendo lo siguiente: "Váyanse a la mierda hijos de puta. ¡Aguante la Coca Cola!" "No digas boludeces maricón, andá a cagar" "Vergación si hablan paja, son una bola de huevones".
Navegando de incógnito en la Web, me preguntaba en silencio ¿Qué relación existirá entre la gente boca sucia y los consumidores de Coca Cola? Uno sale a la calle y observa que la mayoría de los individuos groseros, vulgares y obstinados que nacen, crecen y se reproducen en la amalgama multicultural de nuestras ciudades, son acérrimos adeptos de las bebidas carbonatadas que ofrece la transnacional estadounidense Coca Cola.
Antes de perder mi fe en la Humanidad, leí otro comentario que decía "Es un tema complejo, porque todos sabemos lo dañina que es la Coca Cola para la salud, pero con hielo y estando bien fría, qué mas da, jajaja". Tras leer su mensaje le pregunté en calidad de invitado "Amigo ¿Por qué no lees lo que acabas de escribir? Él me dijo ¿A qué te refieres? Y yo le dije ¿Cómo es posible que sigas bebiendo Coca Cola, si tú mismo reconoces que es perjudicial para el organismo? Finalmente me respondió "No lo sé, algún día supongo que la voy a dejar, no sé cómo ni cuándo, pero de que la dejo, la dejo", y me colocó un emoticón de carita feliz para terminar con su sincera respuesta.
Esa triste forma de pensar, es un espejo social de la adicción generada por el consumo de los refrescos a escala mundial. Hay mucho conformismo, terquedad y necesidad en dejar que otros decidan nuestro propio estilo de vida, incluyendo los hábitos alimenticios, los tiempos de ocio, los perfiles laborales, los gustos musicales, el estado civil, los prejuicios morales y hasta las preferencias sexuales. Vemos que la presión social de encajar con los ovejas del rebaño, nos deja esclavizados a obedecer la mediática voz de mando, sin pensar en el quiebre de la capacidad analítica y reflexiva que yace con independencia en cada uno de nosotros.
Quisiéramos preguntarle a la bondadosa Sylvia Likens, qué sintió después que la obligaron a meterse en dos ocasiones, una botella de Coca Cola dentro de su vagina. Por infortunio, ella murió y jamás reveló la fórmula secreta del alucinante refresco. Pero nos dejó una gran lección de vida: La Coca Cola es un fiel reflejo del deshumanizado Mundo en el que vivimos, donde el materialismo, la hipocresía, la sed de venganza, el rencor, el orgullo, la soberbia y la envidia, van de la mano con la refrescante chispa de la vida.
Pregúntate y respóndeme con sinceridad ¿Le habrías salvado la vida a Sylvia? Yo creo que le hubieras hecho bullying hasta cansarte, luego le tomarías un selfie mientras se desangra frente a ti, y finalmente subirías la macabra foto a tu muro de Facebook, para obtener con rapidez un millón de nuevos seguidores.
Desde su fundación que data del año 1886, la Coca Cola se transformó en el gran símbolo de la guerra, del racismo y del genocidio impuesto por el régimen norteamericano, representando con gran fidelidad la fútil idiosincrasia de su gente. No sólo porque financió la campaña electoral del genocida George W Bush, quien ya tiene asegurado un puesto V.I.P en el infierno, sino porque la Coca Cola siempre ha estado involucrada en desfalcos, sobornos, actos de corrupción, secuestros, torturas, paramilitarismo y asesinatos que cobraron la vida del sindicalista Pedro Quevedo en Guatemala, cuya sangre llena de impunidad social, sigue resplandeciendo en el hermético vestíbulo del Hotel Mezhdunarodnaya en Rusia.
Con su hashtag #BotellaÚnica, la Coca Cola viene desarrollando una agresiva campaña de marketing para festejar sus 100 años de poca madre. Desde las redes sociales de Twitter y Facebook, hemos visto analogías que comparan la ingesta de la Coca Cola con el cosquilleo que produce dar el primer beso. Se afirma que la felicidad se destapa cuando compartes una Coca Cola. Piden que la efervescencia alcance las estrellas dentro de sus botellas. Nos aseguran que el sonido perfecto "Phsst, fizzzz, clink clink, glug, glug? ahhh" proviene de una Coca Cola. Y hasta un fanático extremo reconoce que sus dos amores en la vida son la videoconsola X-Box 360 y una botella de Coca Cola.
Yo creo que la Coca Cola se convirtió en una religión adorada por los "cocacoleros", porque nos acompaña en los momentos de alegría y nos ayuda en los momentos de tristeza. Es omnipresente, pues se vende en más de 200 países del Mundo. Todos los días la compramos y la honramos como si fuera un mandamiento o un manuscrito bíblico. Ninguna religión es más todopoderosa que la canonizada Coca Cola, ya que rompe con las barreras culturales, lingüísticas y sociales que separan a diario a su feligresía universal.
Tanto así, que Coca Cola inspiró a 200 jóvenes de distintas nacionalidades, para que cantaran desde una colina en Italia "Me gustaría hacer del Mundo un hogar, quiero enseñarles a cantar y enviar un mensaje de paz". Definitivamente ¡Lo lograron! Por eso nos deleitamos al observar que todas y todos le rinden pleitesía al monoteísmo de la Coca Cola, y se gozan al máximo cada bendito sorbo que ilumina la chispa de la vida, simbolizando una luz de esperanza para mantener la paz que habita en el esquizofrénico planeta.
Cabe destacar, que en su nuevo spot titulado "Un Mundo Generoso", podemos ver el altruismo que despierta la Coca Cola en sus solidarios consumidores. Desde un agradable turista en un kiosco, pasando por una enojada monja a quien le remolcaron su accidentado carro con una grúa, y llegando hasta un valiente bombero rescatista, se inhiben de beber el codiciado refresco para entregarle "la felicidad" a otra persona menos favorecida. ¡WOW! Es sorprendente ver el júbilo de la monja al aceptar la Coca Cola, y tenerle más fe a una sagrada botella de vidrio que al rezo de los grandes misterios del rosario.